….”Algunas veces me han preguntado qué
me parecieron esos jóvenes que vi por primera
vez en la Sala del Pleno de la Audiencia de Santiago
de Cuba cuando se inició el juicio del Moncada
y mi respuesta no se ha hecho esperar: "Creí
que estaba viendo a los mambises".
Fidel (alegato del juicio por el asalto
al cuartel Moncada)
Sus
raices históricas
La
Protesta de Baraguá, 131 años de plena
vigencia
Se
dice, no sin acierto, que la Revolución cubana
se puso en marcha el 10 de octubre de 1868. En aquella
histórica fecha, Carlos Manuel de Céspedes
reunió a todos los esclavos en el batey de su
finca La Demajagua y les dijo: "Ciudadanos, hasta
este momento habéis sido esclavos míos.
Desde ahora, sois tan libres como yo. Cuba necesita
de todos sus hijos para conquistar su independencia.
Los que me quieran seguir que me sigan; los que se quieran
quedar que se queden, todos seguirán tan libres
como los demás."
Al día siguiente, el ataque frustrado
al pueblo de Yara fue el primer hecho armado de la Guerra
de Liberación de los Diez años.
Más
de nueve años después, errores personales
en el campo mambí, así
como deficiencias en la concepción y funcionamiento
del aparato civil y militar, entre otros importantes
factores, propiciaron el regreso de los españoles
al control de la contienda, materializándose
éste el 10 de febrero de 1878 con la firma del
Pacto del Zanjón.
Pero no todo el mambisado resolvió
acogerse al pacto. En las intrincadas montañas
orientales de la Isla, al mando de Antonio Maceo,
cientos de insurrectos militarmente preparados y altamente
convencidos de sus objetivos políticos-ideológicos
se negaron a deponer las armas.
La sorpresa y la indignación de Maceo al conocer
la firma del pacto fue mayúscula; la calificó
sin ambages de rendición vergonzosa, con el agravante
además de que se había firmado sin haber
sido consultadas todas las fuerzas alzadas.
No obstante, Maceo accedió a entrevistarse con
el jefe del ejército colonial español,
el general Arsenio Martínez Campos. Este encuentro,
celebrado el 15 de marzo de 1878 en Mangos de
Baraguá, no sirvió, sin embargo,
para que el interlocutor español convenciera
a Maceo de las “bondades” de su propuesta:
un pacto cuyo contenido no contemplaba la independencia
de la Isla ni la abolición de la esclavitud.
El general español no ahorró halagos para
con su homólogo cubano, pero Maceo no se dejó
convencer con el insulso guataqueo y, sin mayor dilación,
concretó su posición con pocas pero precisas
palabras: "No estamos de acuerdo con lo pactado
en el Zanjón; no creemos que las condiciones
allí estipuladas justifiquen la rendición
después del rudo batallar por una idea durante
diez años, y deseo evitarle la molestia de que
continúe sus explicaciones porque aquí
no se aceptan."
Antes de marcharse, molesto por su fracaso, Martínez
Campos pidió que el cese de las hostilidades
se prolongara por un tiempo prudencial. Pero el general
santiaguero le contestó que ocho días
ya eran suficientes.
Cuando el jefe español procedió a abandonar
el lugar, pudo escuchar el grito del oficial cubano
Florencio Duarte dirigido a informar
a sus compañeros: "¡Muchachos, el
23 se rompe el corojo!"
Acababa
de producirse la Protesta de Baraguá,
un hecho histórico tan importante que pasó
a ser el símbolo de la rebeldía nacional
cubana de todos los tiempos.
No
es casual, pues, que el 22 de octubre de 1895, durante
la guerra necesaria de Martí,
Antonio Maceo iniciara la conocida invasión de
Oriente a Occidente de la Isla desde los mismos Mangos
de Baraguá.
Mucho
más cercano a nuestros tiempos, el 19 de febrero
de 2000 y ya con la Batalla de Ideas
en marcha, el pueblo de Cuba volvió a reeditar
la Protesta junto a los mismos Mangos de Maceo. Aquel
acto se oficializó con el nombre de Juramento
de Baraguá, recogiendo, en esencia,
el mismo espíritu de la Protesta.
En
la Isla saben que el socialismo debe estar siempre en
movimiento; saben, en definitiva, que lo que tienen
no es poca cosa, pero dista mucho todavía de
lo que puede ser. A aproximarse lo más posible
a aquel objetivo dedican sus máximos y entusiastas
esfuerzos.
Cambios
sí, dicen, pero para tratar de mejorar el socialismo
que construyen; nunca para virar y regresar a las devastadoras
garras del capitalismo.
Todo
aquel que aún albergue la esperanza de subvertir
a la población con ánimos intervencionistas,
debería tener muy en cuenta la ya citada efeméride:
15 de marzo de 1878. Y no sólo
desde el punto de vista simbólico, sino también
práctico. Porque, en el ámbito que corresponda
y cuantas veces sea necesario, el pueblo de Cuba nunca
dudará en volver a romper el corojo.
Baraguá
Paco Azanza Telletxiki
Los
mambises cubanos:
luchadores por la libertad e independencia de Cuba
Tropas mambisas
Estaban
compuestas por cubanos de todas las clases sociales,
desde esclavos, negros y mulatos libres, hasta terratenientes
como Carlos Manuel de Céspedes, que dieron todo
por la libertad e independencia de Cuba, ocupada por
los españoles.
Cabe destacar la participación en la guerra de
independencia de Cuba de oficiales y soldados de otros
países, como Henry Reeve, conocido como
El Inglesito, el polaco Carlos Roloff y el dominicano
Máximo Gómez. A este último,
conocido como el Generalísimo se le considera
autor de la primera carga al machete del Ejército
Libertador cubano, que se convertiría en una
de las tácticas principales de los mambises.
También llegó a ser propuesto para candidato
a Presidente de la República, lo cual no aceptó.
Uno de los más conocidos mambises
fue el general Antonio Maceo, quien
se destacó por su valentía y talento militar,
así como por su protagonismo en la Protesta
de Baraguá
Juan
Fajardo Vega
El
último de los mambises cubanos
Arnoldo Fernández
Verdecia
Un
día como hoy partió hacia el futuro el
último de los mambises cubanos, Juan
Fajardo Vega, un hombre que mereció
la gloria, a pesar de morir en este municipio del oriente
cubano, lejos de La Habana y Santiago, las ciudades
más importantes de Cuba.
Había
nacido el 15 de agosto de 1881, en el poblado de Contramaestre,
actual provincia de Santiago de Cuba, formando parte
de una familia pobre, sustentada en las labores agrícolas.
Este
hombre de mirada humilde, tuvo la suerte de compartir
la lucha con figuras como el general Saturnino
Lora, del que confiesa: “me
impresionó tanto, que aunque después pude
contemplar al gran general Antonio Maceo, la imagen
que guardo mejor y con más detalles es la de
Lora montando aquella yegua rocín, cuando me
conducen a su presencia y me enseñan como un
candidato guerrero”.
Siendo
apenas un niño, unos catorce o quince años,
se lanza a la guerra contra España, convencido
de que el único camino es la libertad y la independencia
de Cuba por encima de cualquier ambición personal:
“En un libro
importante de Carlos Roloff, estaba anotado que yo,
Juan Fajardo, con el número 20992, ingresé
en la guerra con el grado rasante de soldado”.
“Lo
que hicieron fue darme enseguida tareas de armero. Reparar
carabinas, fusiles, escopetas. Yo en la guerra fui ayudante
de armero”.
En
los años de la República Neocolonial tiene
vivencias que lo marcan, entre las que se cuentan la
Guerrita de la Chambelona, un hecho que pasó
a la historia de Cuba, como algo triste, pues cubanos
deshonestos se enfrentaron con aspiraciones arribistas
de ambos lados.
En
La Chambelona, Fajardo Vega estuvo a favor de la libertad
de Cuba, sin compromiso de partido alguno, siempre con
el honor como escudo y los ideales libertarios como
armas.
En
las luchas desarrolladas por el Ejército Rebelde
liderado por el Comandante en Jefe Fidel Castro
Ruz, participó como armero del III Frente
Oriental . El triunfo revolucionario del primero de
enero de 1959 lo sorprende con la carabina al hombro,
ya no es el bisoño mambí
que tuvo la desdicha de llevarse a la tumba la última
imagen de Antonio Maceo vivo, es un hombre dedicado
a las faenas agrícolas, un simple campesino que
no escribió libros sobre la guerra como lo hicieran
muchos de sus contemporáneos.
Este
sencillo hombre de campo se comprometió con la
causa de Fidel Castro y es de los que se vincula a las
diferentes acciones que emprende la Revolución.
No
dejó obra escrita que lo inmortalizara, ni ningún
poeta cantó sus glorias. Como hombre anónimo
salido de lo más profundo de lo cubano, su misión
fue darse a los humildes con los que compartió
suerte como uno más, no tuvo grandes hechos de
guerra, ni se distinguió por sus hazañas
militares, pero sus ojos fueron los últimos que
vieron al Ejército Libertador, los últimos
que vieron a Antonio Maceo vivo.
Esas
razones son más que suficientes para que la Revolución
entierre sus restos mortales en el Cacahual, junto al
invicto general Antonio Maceo y su joven ayudante Panchito
Gómez Toro.
Juan
Fajardo Vega es el hombre humilde que dijo
ante el tribunal de la historia:
“Cada vez que la Patria ha estado en peligro,
he dejado mis oficios y me he puesto al servicio de
su defensa y cuando volvía la paz, de nuevo a
mis oficios. ¡Nada de estar viviendo de la Patria!”.
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