Leo
y releo datos y artículos elaborados por
personalidades inteligentes, conocidas o poco conocidas,
que escriben en diversos medios y toman la información
de fuentes no cuestionadas por nadie.
Los
pueblos que habitan el planeta, en todas partes,
corren riesgos económicos, ambientales y
bélicos, derivados de la política
de Estados Unidos, pero en ninguna otra región
de la tierra se ven amenazados por tan graves problemas
como sus vecinos, los pueblos ubicados en este continente
al Sur de ese país hegemónico.
La
presencia de tan poderoso imperio, que en todos
los continentes y océanos dispone de bases
militares, portaaviones y submarinos nucleares,
buques de guerra modernos y aviones de combate sofisticados,
portadores de todo tipo de armas, cientos de miles
de soldados, cuyo gobierno reclama para ellos impunidad
absoluta, constituye el más importante dolor
de cabeza de cualquier gobierno, sea de izquierda,
centro o derecha, aliado o no de Estados Unidos.
El
problema, para los que somos vecinos suyos, no es
que allí se hable otro idioma y sea una nación
diferente. Hay norteamericanos de todos los colores
y todos los orígenes. Son personas iguales
que nosotros y capaces de cualquier sentimiento
en un sentido u otro. Lo dramático es el
sistema que allí se ha desarrollado e impuesto
a todos. Tal sistema no es nuevo en cuanto al uso
de la fuerza y los métodos de dominio que
han prevalecido a lo largo de la historia. Lo nuevo
es la época que vivimos. Abordar el asunto
desde puntos de vista tradicionales es un error
y no ayuda a nadie. Leer y conocer lo que piensan
los defensores del sistema ilustra mucho, porque
significa estar conscientes de la naturaleza de
un sistema que se apoya en la constante apelación
al egoísmo y los instintos más primarios
de las personas.
De
no existir la convicción del valor de la
conciencia, y su capacidad de prevalecer sobre los
instintos, no se podría expresar siquiera
la esperanza de cambio en cualquier período
de la brevísima historia del hombre. Tampoco
podrían comprenderse los terribles obstáculos
que se levantan para los diferentes líderes
políticos en las naciones latinoamericanas
o iberoamericanas del hemisferio. En último
término, los pueblos que vivían en
esta área del planeta desde hace decenas
de miles de años, hasta el famoso descubrimiento
de América, no tenían nada de latinos,
de ibéricos o de europeos; sus rasgos eran
más parecidos a los asiáticos, de
donde procedieron sus antepasados. Hoy los vemos
en los rostros de los indios de México, Centroamérica,
Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú,
Bolivia, Paraguay y Chile, un país donde
los araucanos escribieron páginas imborrables.
En determinadas zonas de Canadá y en Alaska
conservan sus raíces indígenas con
toda la pureza posible. Pero en el territorio principal
de Estados Unidos, gran parte de los antiguos pobladores
fueron exterminados por los conquistadores blancos.
Como
conoce todo el mundo, millones de africanos fueron
arrancados de sus tierras para trabajar como esclavos
en este hemisferio. En algunas naciones como Haití
y gran parte de las islas del Caribe, sus descendientes
constituyen la mayoría de la población.
En otros países forman amplios sectores.
En Estados Unidos los descendientes de africanos
constituyen decenas de millones de ciudadanos que,
como norma, son los más pobres y discriminados.
A
lo largo de siglos esa nación reclamó
derechos privilegiados sobre nuestro continente.
En los años de Martí trató
de imponer una moneda única basada en el
oro, un metal cuyo valor ha sido el más constante
a lo largo de la historia. El comercio internacional,
por lo general, se basaba en él. Hoy ni siquiera
eso. Desde los años de Nixon, el comercio
mundial se instrumentó con el billete de
papel impreso por Estados Unidos: el dólar,
una divisa que hoy vale alrededor de 27 veces menos
que en los inicios de la década del 70, una
de las tantas formas de dominar y estafar al resto
del mundo. Hoy, sin embargo, otras divisas están
sustituyendo al dólar en el comercio internacional
y en las reservas de monedas convertibles.
Si
por un lado las divisas del imperio se devalúan,
en cambio sus reservas de fuerzas militares crecen.
La ciencia y la tecnología más moderna,
monopolizada por la superpotencia, han sido derivadas
en grado considerable hacia el desarrollo de las
armas. Actualmente no se habla solo de miles de
proyectiles nucleares, o del poder destructivo moderno
de las armas convencionales; se habla de aviones
sin pilotos, tripulados por autómatas. No
se trata de simple fantasía. Ya están
siendo usadas algunas naves aéreas de ese
tipo en Afganistán y otros puntos. Informes
recientes señalan que en un futuro relativamente
próximo, en el 2020, mucho antes de que el
casquete de la Antártida se derrita, el imperio,
entre sus 2 500 aviones de guerra, proyecta disponer
de 1 100 aviones de combate F-35 y F-22, en sus
versiones de caza y bombarderos de la quinta generación.
Para tener una idea de ese potencial, baste decir
que los que disponen en la base de Soto Cano, en
Honduras, para el entrenamiento de pilotos de ese
país son F-5; los que suministraron a las
fuerzas aéreas de Venezuela antes de Chávez,
a Chile y otros países, eran pequeñas
escuadrillas de F-16.
Más
importante todavía, el imperio proyecta que
en el transcurso de 30 años todos los aviones
de combate de Estados Unidos, desde los cazas hasta
los bombarderos pesados y los aviones cisterna,
serán tripulados por robots.
Ese
poderío militar no es una necesidad del mundo,
es una necesidad del sistema económico que
el imperio le impone al mundo.
Cualquiera
puede comprender que si los autómatas pueden
sustituir a los pilotos de combate, también
pueden sustituir a los obreros en muchas fábricas.
Los acuerdos de libre comercio que el imperio trata
de imponer a los países de este hemisferio
implican que sus trabajadores tendrán que
competir con la tecnología avanzada y los
robots de la industria yanki.
Los
robots no hacen huelgas, son obedientes y disciplinados.
Hemos visto por la televisión máquinas
que recogen las manzanas y otras frutas. La pregunta
cabe hacerla también a los trabajadores norteamericanos
¿Dónde estarán los puestos
de trabajo? ¿Cuál es el futuro que
el capitalismo sin fronteras, en su fase avanzada
del desarrollo, asigna a los ciudadanos?
A
la luz de esta y otras realidades, los gobernantes
de los países de UNASUR, MERCOSUR, Grupo
de Río y otros, no pueden dejar de analizar
la justísima pregunta venezolana ¿Qué
sentido tienen las bases militares y navales que
Estados Unidos quiere establecer alrededor de Venezuela
y en el corazón de Suramérica? Recuerdo
que hace varios años, cuando entre Colombia
y Venezuela, dos naciones hermanadas por la geografía
y por la historia, las relaciones se volvieron peligrosamente
tensas, Cuba promovió calladamente importantes
pasos de paz entre ambos países. Nunca los
cubanos estimularemos la guerra entre países
hermanos. La experiencia histórica, el destino
manifiesto proclamado y aplicado por Estados Unidos,
y la endeblez de las acusaciones contra Venezuela
de suministrar armas a las FARC, asociadas a las
negociaciones con el propósito de conceder
siete puntos de su territorio para uso aéreo
y naval de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos,
obligan ineludiblemente a Venezuela a invertir en
armas, recursos que podían emplearse en la
economía, los programas sociales y la cooperación
con otros países del área con menos
desarrollo y recursos. No se arma Venezuela contra
el pueblo hermano de Colombia, se arma contra el
imperio, que intentó destruir ya la Revolución
y hoy pretende instalar en las proximidades de la
frontera venezolana sus armas sofisticadas.
Sería
un error grave pensar que la amenaza es solo contra
Venezuela; va dirigida a todos los países
del Sur del continente. Ninguno podrá eludir
el tema y así lo han declarado varios de
ellos.
Las
generaciones presentes y futuras juzgarán
a sus líderes por la conducta que adopten
en este momento. No se trata solo de Estados Unidos,
sino de Estados Unidos y el sistema. ¿Qué
ofrece? ¿Qué busca?
Ofrece el ALCA, es decir, la ruina anticipada de
todos nuestros países, libre tránsito
de bienes y de capital, pero no libre tránsito
de personas. Experimentan ahora el temor de que
la sociedad opulenta y consumista sea inundada de
latinos pobres, indios, negros y mulatos o blancos
sin empleo en sus propios países. Devuelven
a todos los que cometen faltas o sobran. Los matan
muchas veces antes de entrar, o los retornan como
rebaños cuando no los necesitan; 12 millones
de inmigrantes latinoamericanos o caribeños
son ilegales en Estados Unidos. Una nueva economía
ha surgido en nuestros países, especialmente
los más pequeños y pobres: la de las
remesas. Cuando hay crisis, ésta golpea sobre
todo a los inmigrantes y a sus familiares. Padres
e hijos son cruelmente separados a veces para siempre.
Si el inmigrante está en edad militar, le
otorgan la posibilidad de enrolarse para combatir
a miles de kilómetros de distancia, “en
nombre de la libertad y la democracia”. Al
regreso, si no mueren, les conceden el derecho a
ser ciudadanos de Estados Unidos. Como están
bien entrenados les ofrecen la posibilidad de contratarlos
no como soldados oficiales, pero sí como
civiles soldados de las empresas privadas que prestan
servicios en las guerras imperiales de conquista.
Existen
otros gravísimos peligros. Constantemente
llegan noticias de los emigrantes mexicanos y de
otros países de nuestra área que mueren
intentando cruzar la actual frontera de México
y Estados Unidos. La cuota de víctimas cada
año supera con creces la totalidad de los
que perdieron la vida en los casi 28 años
de existencia del famoso muro de Berlín.
Lo
más increíble todavía es que
apenas circula por el mundo la noticia de una guerra
que cuesta en este momento miles de vidas por año.
Han muerto ya, en el 2009, más mexicanos
que los soldados norteamericanos que murieron en
la guerra de Bush contra Irak a lo largo de toda
su administración.
La
guerra en México ha sido desatada a causa
del mayor mercado de drogas que existe en el mundo:
el de Estados Unidos. Pero dentro de su territorio
no existe una guerra entre la policía y las
fuerzas armadas de Estados Unidos luchando contra
los narcotraficantes. La guerra ha sido exportada
a México y Centroamérica, pero especialmente
al país azteca, más cercano al territorio
de Estados Unidos. Las imágenes que se divulgan
por la televisión, de cadáveres amontonados
y las noticias que llegan de personas asesinadas
en los propios salones de cirugía donde intentaban
salvarles la vida, son horribles. Ninguna de esas
imágenes procede de territorio norteamericano.
Tal
ola de violencia y sangre se extiende en mayor o
menor grado por los países de Suramérica.
¿De dónde proviene el dinero sino
del infinito manantial que emerge del mercado norteamericano?
A su vez, el consumo tiende también a extenderse
a los demás países del área,
causando más víctimas y más
daño directo o indirecto que el SIDA, el
paludismo y otras enfermedades juntas.
Los
planes imperiales de dominación van precedidos
de enormes sumas asignadas a las tareas de mentir
y desinformar a la opinión pública.
Cuentan para ello con la total complicidad de la
oligarquía, la burguesía, la derecha
intelectual y los medios masivos de divulgación.
Son
expertos en divulgar los errores y las contradicciones
de los políticos.
La
suerte de la humanidad no debe quedar en manos de
robots convertidos en personas o de personas convertidas
en robots.
En
el año 2010, el gobierno de Estados Unidos
empleará 2 200 millones de dólares
a través del Departamento de Estado y la
USAID para promover su política, 12% más
que los recibidos por el gobierno de Bush el último
año de su mandato. De ellos, casi 450 millones
se destinarán a demostrar que la tiranía
impuesta al mundo significa democracia y respeto
a los derechos humanos.
Apelan
constantemente al instinto y al egoísmo de
los seres humanos; desprecian el valor de la educación
y la conciencia. Es evidente la resistencia demostrada
por el pueblo cubano a lo largo de 50 años.
Resistir es el arma a la que no pueden renunciar
jamás los pueblos; los puertorriqueños
lograron parar las maniobras militares en Vieques,
situándose en el polígono de tiro.
La
patria de Bolívar es hoy el país que
más les preocupa, por su papel histórico
en las luchas por la independencia de los pueblos
de América. Los cubanos que prestan allí
sus servicios como especialistas en la salud, educadores,
profesores de educación física y deportes,
informática, técnicos agrícola,
y otra áreas, deben darlo todo en el cumplimiento
de sus deberes internacionalistas, para demostrar
que los pueblos pueden resistir y ser portadores
de los principios más sagrados de la sociedad
humana. De lo contrario el imperio destruirá
la civilización y la propia especie.
Fidel Castro Ruz
Agosto 05 de 2009 - 11 y 16 a.m.